La primera vez no es como uno se la imagina

Antes de que fuera publicada ésta, mi primera columna, debo confesar que escribí al menos una docena de ellas sin lograr sentir satisfacción alguna. Releyendo la primera que hiciera de aquellas doce, logré comprender lo importante que es para los seres humanos la primera vez –de algo, lo que sea-, y la necesidad de aprender a perfeccionar la experiencia hasta alcanzar el mayor grado de satisfacción posible –siquiera de la manera como lo entienden los economistas bajo el concepto de utilidad-.  

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Toda primera vez la antecede una decisión –siempre y cuando medie la voluntad propia-. Toda decisión debe tener propósitos y motivaciones. El propósito y la motivación con que se decide hacer algo por primera vez, deberían ser en la mayoría de los casos: explorar, descubrir, encontrar, definir, etcétera, etcétera,  pero ante todo y de manera categórica, aprender.

La primera vez –hagamos el ejercicio y recordémosla- ¿es como uno se la imagina? Mi decisión de participar por primera vez –y en adelante- en el Hablador, tiene como propósito aprender a escribir –sin ser pretencioso -, comunicar y compartir con ustedes temas denominados de perenne controversia y de interés general, recurriendo en ocasiones de manera precisa a uno o más de los lenguajes periodísticos existentes –noticias, reportajes o artículos de opinión-; y está motivada –mi decisión- por el gusto, el interés y la pasión que me generan el campo de las artes, las letras y el conocimiento, en particular el referido a la vida en sociedad.

Para finalizar y después de haber presentado de manera sucinta este espacio, es necesario aclarar que estoy aquí –por primera vez y en adelante- no única ni exclusivamente gracias a mi decisión. Me debo en primer lugar a las lectoras y lectores de este medio, a quienes saludo por primera vez de manera muy cordial, en espera de un diálogo constructivo, respetuoso y tolerante, en el que sobresalgan argumentos e ideas, bajo los límites que impone la libertad de expresión. En segundo lugar y no menos importante, me debo a quienes me han permitido tan honorable membresía, un saludo muy especial a los fundadores del periódico el Hablador, a su director, y a quienes hacen parte del equipo de tan prestigioso medio local. Les agradezco a todas y a todos poder compartir este espacio de conectividad y concurrencia social.

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