Origen y significado del Ángel
Si bien los ángeles como emisarios divinos aparecen en la Biblia, su origen fue extranjero como parece atestiguarlo su propio nombre, que deriva del griego aggelos, origen de la palabra latina angelus, con el significado de mensajero. Siendo el hombre receptor de la Revelación, Dios ofreció su mensaje al pueblo de Israel, el elegido, por medio de estos emisarios con la idea de reforzar el monoteísmo para superar el politeísmo dominante poco a poco, y de esta manera hacer ver que Yavé era el único Dios. Acabamos de señalar que Israel no creó este concepto del ser angélico para salvaguardar la trascendencia divina, sino que supo aprovechar elementos como éste de la tradición cultural del Oriente. El ángel de Yavé en la Biblia se caracteriza por ser un genio benéfico, que ofrece al hombre un mensaje agradable.
La corte celestial de Yavé como Rey es algo que los israelitas tomaron del medio ambiente anterior a ellos, y al respecto parece oportuno recordar estas palabras de Cumont: “El hombre organiza siempre el cielo a imagen de la tierra; y la creencia en los mensajeros divinos la debió desarrollar en la época de los aqueménidas, cuando se representa a Dios como una especie de Gran Rey sentándose sobre un trono, rodeado de sus dignatarios, y enviando constantemente, a través de su vasto imperio, mensajeros encargados de transmitir sus órdenes, El reino celeste ha quedado fijado hasta en la tradición cristiana como una reproducción de la corte del Rey de Persia”. De ahí que pese a la espiritualidad de los ángeles, éstos aparezcan como seres antropomorfos, por cuanto derivan de los genios de las religiones orientales, especialmente del mazdeísmo. Justo es destacar que son muy diferentes, pues poco se parecen a esos monstruos alados, a veces con cuerpo de toro o león, ya que los ángeles alados del cristianismo derivan directamente de las victorias ( o nikés) griegas, y los ángeles aparecen relacionados con los pequeños Eros o Cupidos.
La Biblia no está concorde con el número de los ángeles, pero a partir del exilio del pueblo de Israel (siglo VI antes de Cristo) su testimonio será frecuente, los mencionan los profetas y la literatura apocalíptica, especialmente la apócrifa que había de un ejército celestial muy jerarquizado en dos categorías fundamentales: los ángeles superiores, que viven próximos a Dios para conocer los designios y ejecutarlos, y los ángeles inferiores, que desempeñan un papel modesto, y a su clasificación dedicará la literatura rabínica una compleja casuística. El Nuevo Testamento enumera las categorías señaladas antes: arcángeles querubines, tronos, dominaciones, principados, potestades y virtudes, criados principalmente por San Pablo en su deseo de que la redención de Cristo tenga un sentido cósmico.
La evolución del concepto angélico
Partiendo de los precedentes bíblicos hubo una serie de teóricos de la angelología, cuya doctrina de una forma u otra fue conocida por los monjes y teólogos de la Edad Media, así que son los eslabones precisos de una cadena ideológica, a los que vamos a referirnos de una manera breve.
El más antiguo fue Filón, situado entre el Antiguo y el Nuevo Testamento; llevó a cabo un notable desarrollo de la angeolología, gracias a su formación dentro de la filosofía griega, que aplicó a la interpretación de la Biblia, cuyo conocimiento secreto se alcanzaba por una especie de revelación, de tal manera que la lectura bíblica venía a ser como la celebración de un misterio. Dentro de este contexto Filón dio a los serafines una gran importancia, ya que eran seres a nivel cósmico por la relación que guardaban con el fuego. Para este filósofo las alas de los serafines expresaban los deseos de Dios, de ahí que sus alas fueran necesarias a las almas que desean subir hacia Dios. La idea de Filón que ejerció más influencia fue la de que el cielo, donde están los ángeles, no está lejano del hombre sino que será la verdadera patria del hombre, porque este es un exiliado en la tierra, y gracias a las virtudes y a su dominio de la pasiones puede alejarse de la misma.
Hacia el siglo II se produjo un florecimiento extraordinario de la teología cristiana en la escuela de Alejandría, donde concluyeron los aportes de Oriente, de Grecia y de Egipto, de tal manera que el pensamiento del Antiguo Testamento se vio enriquecido por las ideas filosóficas de Platón, y el conjunto se animó con la doctrina revelada por Cristo. Clemente de Alejandría fue uno de los representantes más eximios, que examinó el tema de la creación de los ángeles en su obra Stromatas, y defendió la idea de que ellos fueron hechos por Dios con toda la creación, pero algunos rompieron la armonía y cayeron por un acto de incontinencia (lujuria). Importante fue su concepto de la jerarquía eclesiástica terrestre, hecha a imagen de la jerarquía celeste.
A mediados del siglo III el tema del ángel alcanzó un desarrollo muy original gracias a la preparación enciclopédica de Orígenes, que los vio dotados de un cuerpo glorioso, transfigurado y espiritual, pero que podía sucumbir ante la tentación, de ahí que para resistir tuviera que solicitarlo al Logos, que concedía su ayuda a los que permanecían fieles. Pero como los ángeles viven en relación con los hombres, él ya nos hablará de los ángeles de la Guarda, que cumplen la función de llevar a Dios las oraciones de los hombres, presentando ante el trono de Dios las invocaciones de aquellos. Orígenes concedió al ángel de la Guarda un papel importante a la hora de la muerte, de tal manera que obra como psicopompo celeste, que recogía el alma a la salida del cuerpo en la hora de la muertes para llevarla al cielo. El demonio fue visto como signo de lo terrestre, de la caída de un estado superior en otro inferior.
Época dorada fue la del siglo V, cuando las figuras de San Agustín y del Seudo-Dionisio influyeron en la configuración de la mentalidad estéticoteológica del cristianismo medieval. El obispo de Hipona, afirmó el dogmade la creación de los ángeles, pero no se pronunció sobre el tiempo, que le pareció como un misterio insondable, no pensó en su corporidad y se inclinó por el ángel que se adhiere a la luz divina creadora. Más importante fue la síntesis del Seudo-Dionisio, en la segunda mitad del siglo V y en los inicios del siglo VI. Este autor partió de una concepción del cosmos desde la filosofía neoplatónica, de manera que aquél estaba regido por la armonía, bajo la idea de que la belleza es la luz, y esta se hallaba simbolizada por el sol. Para el autor de la jerarquía Celeste (De coelesti hierarchia) la armonía del cosmos era ante todo un orden jerárquico, cuyo centro era Dios que formaba la Tearquía o Santísima Trinidad, y en torno a ella los círculos eternos de innumerables espíritus puros, que danzan en torno, con su belleza inmaterial, acorde con la música del universo. Partiendo del corpus paulinum y de su formación neoplatónica forjó su universo angélico, tratando de conciliar lo racional y lo extra racional a base de una serie de jerarquías armónicas, con las triadas de los coros angélicos.
1. Jerarquía Asistente: serafines, querubines y tronos
2. Jerarquía de Imperio: dominaciones, virtudes y potestades
3. Jerarquía Ejecutiva: Principado, arcángeles y ángeles
Se llama asistente a la primera jerarquía porque los ángeles que la componen están rodeando siempre al trono de Dios, y representan los principales atributos de la divinidad: el amor, la sabiduría y el poder. Se llama de imperio a la segunda jerarquía, porque sus componentes representan las perfecciones divinas más relacionadas con las criatura, mediante las cuales se impone como Señor soberano sobre todos los seres del mundo. Y se llama ejecutivo a la tercera triada porque es la encargada de llevar a cabo las órdenes de Dios sobre las naciones o los individuos. Ya se aprecia que para el Seudo-Dionisio este universo no es una mera jerarquerización sino que la jerarquía es un orden sagrado o actividad que permite las iluminaciones para imitar a Dios en la medida de sus fuerzas, así que el fin de la jerarquía es tender hacia la divinización. La obra citada de la jerarquía celeste fue comentada a lo largo de la Edad Media, y su fascinación mística influyó en la icnonografía cristiana.
Convendrá ampliar algo más sobre el significado de los coros angélicos. En cuanto a la primera jerarquía , el nombre de serafines, alude al fuego que los abrasa, ya que según San Bernardo arden con el fuego de Dios por caridad y brillan por sí mismos. En cuanto a los querubines, significan plenitud de ciencia, por cuanto Dios como Señor de las Ciencias vive en medio de una luz inaccesible e inefable, por ello Ezequiel los representa llenos de ojos, que no son más que luz y sabiduría que pueden transmitir. El nombre de tronos sirve para señalar que son ellos asiento de la gloria en la que se halla la majestad divina. En cuanto a la segunda jerarquía están en ellas las dominaciones, llamadas así por el poder que ejercen sobre los coros inferiores para extender el reino de Dios, así que arden con deseos vehementes de llevar a todas partes el nombre divino. En el segundo coro están las virtudes que son las que inspiran a las almas grandes los sentimientos que las hacen dignas de Dios; y por último las potestades, gracias al poder que tienen sobre los ángeles caídos o demonios. En la tercera jerarquía tenemos a los principados, que son los encargados de velar por el gobierno espiritual y temporal de los pueblos, por tanto los príncipes se hallan bajo su custodia. El coro de los arcángeles tiene lo secretos divinos, por ello no solo adoran los designios más elevado sino que se apresuran a realizarlos. Finalmente, los ángeles tienen la misión de guardar a cada pueblo o nación y a cada hombre en particular.
Esta clarificación del Seudo-Dionisio se convirtió en canónica y fue introducida por el Papa San Gregorio el Grande, hacia 870, llegando a quedar sintetizada por Santo Tomás de Aquino en su tratado de los ángeles, inserto en la Suma Teológica. Quien dio más difusión a esta doctrina fue Dante, que reservó un puesto del Paraíso a San Dionisio el Areopagita.