Quienes somos

Periódico del municipio de Sopó creado el 30 de abril de 1999 con el ánimo de impulsar una cultura en comunicación y periodismo local. Actualmente genera noticias para municipios de Sopó, Cajicá, Chía, Tabio, La Calera, Tenjo, Zipaquirá, Tocancipá, Gachancipá y Guasca con más de 40mil visitas mensuales en su sitio web.

Historia

El 30 de abril de 1999 con el ánimo de impulsar una cultura en comunicación y periodismo local, muy primaria en aquella época en el municipio de Sopó, surgió este medio de prensa que no al azar fue llamado El Hablador; para su nombre se tomó como referente una de las obras más significativas y originales de la narrativa de Mario Vargas Llosa, EL HABLADOR.

Este periódico tuvo como precedente otro medio de comunicación de distribución regional; municipios como Chía, Cajicá, Tocancipá, Sesquilé, Zipaquirá y Sopó, recibieron y leyeron a Sabana Norte. Después de 2 años de circulación y pensando en las necesidades comunicativas y de información más centralizada, el gestor de esta idea, Julián Rodríguez, director, junto a Teresa Sánchez en la gerencia y Carolina Cano en la producción periodística, comenzaron su trabajo en El Hablador. Hasta el año 2002 El Hablador, con un tiraje de 2.000 ejemplares, circuló semanalmente.

En octubre de 2004 con un nuevo formato más grande, un diseño actualizado, agradable a la vista y a la lectura; una página web, un contenido periodístico más comprometido y mucho más maduro, un comité editorial más pluralista y preparado, con un tiraje mensual de 3.000 ejemplares de distribución gratuita, puerta a puerta, nuestros lectores volvieron a contar con un medio que les informa sobre los hechos principales del municipio que habitamos.

Dentro del mundo global de la comunicación social y los mass media, existe un campo de acción denominado comunicación alternativa, como su mismo nombre lo indica, es alterno a… a lo de siempre, a lo comercial, a la imponencia de lo mediático; este, encierra a su vez lo que hoy en día se conoce como periodismo comunitario y popular, donde el personaje principal es la comunidad, por y para ella se trabaja, se informa, se comunica. Las páginas de nuestro periódico han estado siempre abiertas a todos los que han querido colaborar y hacer parte de nuestra mesa de redacción. Personajes de todos los colores y sabores, urbanos y rurales, anónimos y reconocidos; eventos culturales, sociales, políticos, religiosos, educativos, concursos, entrevistas y denuncia social, son los temas que han pasado por nuestras páginas que pese a los pocos recursos con los que se cuenta, hemos logrado mantener. El Hablador no es sólo un periódico de ayer, sino que continúa siendo el periódico de hoy, el periódico de los soposeños, el que defiende sus derechos, el que publica lo que otros callan y temen manifestar; el que los escucha, el que los escribe, porque no respondemos a intereses personales y sectorizados; El Hablador es el periódico de la comunidad, el periódico de todos ustedes, de quienes nos leen, nos comentan, nos apoyan y nos critican.

El fin de todo medio de comunicación no es solo informar, sino educar, enseñar. Un sinónimo de comunicación es interacción; de qué nos vale convertirnos en “repetidores”de lo ya dicho y escrito, o en plagiadores de una información muchas veces lejana a nuestro entorno y fuera de contexto, o en seguidores de modelos ya establecidos teniendo la oportunidad de innovar en estilos y formas de comunicar. Sopó es un pueblo que crece día a día, que produce buenas, regulares y malas noticias; que así como tiene infinidad de hechos y bienes para resaltar, también tiene infinidad de procesos y falencias que hay que divulgar para poder trabajar en su solución y perfeccionamiento. Lo bueno evidentemente será aplaudido, pero no podemos permanecer en ello y dedicarnos solo a los cumplidos. Los cambios son los que contribuyen a la evolución; la denuncia social es la que permite trabajar sobre los procesos que continúan a medias y que generan una pasividad enfermiza. ¿De qué sirve un medio que promueva solo lo bueno, bonito y barato?, un modelo así solo responde a intereses personales; y entonces en dónde quedan los intereses del resto de la población.

Nuestro papel como comunicadores en una sociedad es convertirnos en veedores de una ciudadanía que muchas veces no tiene medios para expresar lo que piensa y hace, lo que le gusta y le molesta. Nuestro objetivo en una comunidad es fiscalizar las gestiones públicas. Es aplaudir a nuestros gobernantes cuando aciertan, pero también refutarlos cuando se equivocan. Es exigir por los derechos que tienen nuestros habitantes y enseñarles que la palabra tiene valor y poder; es invitarlos a no permanecer callados cuando algo les inquieta o les perturba. Es demostrarles que cuando se habla y se escribe con la verdad, los miedos van directo a la papelera de reciclaje.

Nuestro objetivo es registrar y transmitir historias, pues son ellas las que finalmente preservan la tradición de los pueblos. Y acaso ¿no es ese también uno de los fines máximos de la comunicación?. Fue ese mismo objetivo y no de manera altruista sino de manera social y comprometida con la población del municipio que habitamos, lo que quisimos implementar y por el que a buenas y malas caras hemos trabajado durante los últimos 19 años. Porque son las prácticas de la comunicación comunitaria las que construyen fragmentos de identidad en una sociedad donde regiones pequeñas como la nuestra, no captan la atención de los medios de difusión masiva.