Sopó, Piedra o cerro fuerte (Lengua Chibcha)
ARQUEOLOGÍA
Periódo Herrera
Horticultores y alfareros rudimentarios
En el municipio Sopó, en el año de 1982, cuando se efectuaban obras para la adecuación de terrenos en la Vereda de Meusa, los obreros localizaron abundantes restos de cerámica de tipo aborigen.
Conocidos estos hechos por aficionados a la arqueología, informaron del hallazgo al Instituto Colombiano de Antropología, donde su director Alvaro Botiva Contreras, contacta a Carl Langebaek y Hildur Zea, antropológos, quienes se trasladaron al lugar para efectuar el reconocimiento del sitio. Los análisis preliminares de los arquéologos arrojan resultados positivos, confirmando el hallazgo como un yacimiento arqueológico; razón por la que asumen la dirección de los trabajos de excavación y los estudios pertinentes sobre las evidencias materiales.
“La aborigen y ancestral Vereda Meusa se encuentra localizada geográficamente al oriente del territorio soposeño.”
Al yacimiento arqueológico, le fue asignada la denominación de ¨El Muelle¨ y catalogado como un depósito con evidencias materiales cerámicas pertenecientes a períodos culturales diferentes.
El primer depósito reconocido fue denominado como “El muelle I”, la cronología registrada en este depósito corresponde al periodo Herrera y, se convierte en el hallazgo arqueológico que presenta las evidencias materiales con mayor antigüedad de poblamiento, localizadas hasta ahora en el contexto geográfico de Sopó.
El periódo Herrera consiste en un periódo cultural desarrollado previo a las sociedades muiscas. Allí fue localizado un sitio de trabajo y producción de sal que efectuaban mediante el sistema de evaporación o decantación. De acuerdo a los datos establecidos para el periódo Herrera, se estima que el inicio de éste fue en el 3.300 AP (antes del presente).
Cirugía muisca de Sopó
Intervenciones Quirúrgicas
En 1974, los doctores Gonzalo Correal Urrego y Jaime Gómez González, realizan un análisis científico a tres cráneos muiscas que presentaban signos evidentes de algún tipo de cirugía. Uno de estos cráneos fue hallado en las inmediaciones del municipio de Sopó.
“Gonzalo Correal y Jaime Gómez González (1974), con base en los análisis y radiografías realizadas en tres cráneos muiscas, diagnosticaron que la Cultura Muisca fue la autora de las primeras intervenciones quirúrgicas realizadas en Colombia:
En el cráneo de una mujer procedente de Sopó (Cundinamarca) además de la trepanación, se observó una craneoplastía, compuesta de arcilla silícea de alto contenido férreo. Color gris y constitución densa. Por la obturación realizada en este cráneo se sugiere que la paciente debió sobrevivir algún tiempo luego de la operación”.
Los análisis de la craneoplastía muisca realizada en Sopó, fueron efectuados por los Doctores Gabriel Ortega y Ernesto Bautista de la Facultad de Mediciana de la Universidad Javeriana, y los estudios radiológicos por el doctor Gustavo Sánchez del Departamento de Radiología de la Fundación Shaio.
“El cráneo objeto de este estudio, la separación de suturas, indica in proceso crónico de hipertensión endocraneal”.
El informe presentado una vez finalizado el estudio, fue el siguiente:
“Procedencia: Sopó (Cundinamarca) Donado por el profesor G. Reichel-Dolmatoff. Sexo: Femenino – Edad: adulta – Número de clasificación: 62-1788.
Presenta un defecto circular de 1.4 centímetros de diámetro de la región parietal derecha, a 4 centímetros de la sutura interparietal y a 2.3 de la coronal. Los bordes del orificio son netos; las superficies vecinas son lisas y no muestran cambios.
El defecto está obturado firmemente por material denso de color gris violáceo que protruye ligeramente el hueso, más hacia el interior que hacia fuera. Las suturas están ligeramente separadas; el estudio radiológico confirma este hecho y revela además la presencia de densidad radio-opaca en el sitio del defecto óseo sin alteraciones del hueso vecino. El hecho de la presencia de una zona densa alrededor del defecto, sugiere la supervivencia del individuo por los menos algunos meses después de practicado el traumatismo. La silla turca aparece normal.
El análisis químico del material plástico que abtura el defecto corresponde a arcilla silícea con alto contenido ferrítico.
El estudio histórico del hueso vecino al defecto, muestra tejido óseo normal.
Los científicos colombianos han comprobado que estas “intervenciones quirúrgicas muiscas” fueron realizadas en otros lugares además de Sopó, como Nemocon también en el Departamento de Cundinamarca y Belén en Boyacá.
La importancia de estas prácticas quirúrgicas realizadas por los médicos-curanderos muiscas, es no solo trascendente sino merecedora de de un reconocimiento, puesto que la ejecución de cirugía en el cerebro implicaba un saber respetable sobre la estructura ósea y la anatomía humana.
El procedimiento quirúrgico realizado en Sopó, podría decirse que fue exitoso ya la paciente sobrevivió unos meses después de la operación. “Característica que difícilmente lograban los médicos europeos en el siglo XVII cuando empezaron a practicar estas cirugías de cerebro.
Al tratar de establecer que personaje muisca podría tener la autoridad y conocimientos para ejercer estas practicas quirúrgicas, se llegó a las crónicas donde son mencionados los cgueques y o Chanques como ministros o sacerdotes, quienes para llegar a desempeñar tan honroso cargo, debían confinarse en completo aislamiento y abstinencia durante seis largos años, dedicados al estudio de las plantas, rituales, ceremoniales y todo lo relacionado para procurar el bienestar.
“Estos Xeques tenían su morada en los templos… no se les permitía casarse… vivían con notable recogimiento y eran abstinentes, que cuando comían era muy poco y ligero. Hablaban pocas palabras y dormían menos… teniéndolos por hombres santos, a quienes respetaban y honraban más que a todos y con quienes consultaban las materias más graves…“
Cementerio muisca de Sopó
Rituales y Mitos funerarios
La antigüedad de la cultura muisca en los territorios de Sopó, podría datarse desde el inicio de su doblamiento en la Sabana, según lo infieren estudios realizados a restos y material arqueológico perteneciente a los territorios de Meusa y Cueca.
En 1935, el arqueológico Gustavo Bolinder en ese entonces vinculado a la Universidad Nacional, localizó un yacimiento arqueológico compuesto por 42 tumbas que contenían restos humanos, vasijas ceremoniales y otros objetos. La excavación y clasificación del material arqueológico fue dirigida por Bolinder, constituyéndose este hallazgo en el primer registro de evidencias arqueológicas en el municipio.
El sitio se encuentra localizado en terrenos privados de la finca Altamira-Sopó, aledaños a la quebrada la Moya, en la zona alta del sector urbano.
Ortega Ricaurte, autor del primer libro escrito sobre Historia de Sopó refiere sobre el hallazgo:
“…cuyas fosas abiertas a considerable profundidad, contenían los restos de una gran raza de caníbales, anterior a la Chibcha, posiblemente una de las más fuertes, vigorosas y civilizadas de aquellas comarcas. Los cadáveres de los adultos, cuyos esqueletos manifiestan una antigüedad de mas de ocho siglos, habían sido enterrados de oriente a occidente; los de los niños de norte a sur. Esta particularidad, no común a todos los pueblos hasta hoy descubiertos, se halló en todas las fosas encontradas en jurisdicción de este municipio. Igualmente en cada sepultura estaban encerrados todos los miembros de una misma familia, lo que parece indicar que cuando moría el jefe, los parientes más cercanos eran inhumados con él al mismo tiempo. Cerca de los cadáveres fueron encontrados curiosos utensilios de barro cocido, vasos, ollas y otras vasijas en donde probablemente se trató de conservar alimentos con los que se les solía enterrar. También fueron hallados en sus tumbas collares de piedra admirablemente labrados, algunos de ellos con rostro de mujer”.
Las características de este cementerio indígena, asociadas con otros hallazgos de tumbas muiscas en la Sabana de Bogotá, muestran aspectos ya conocidos de los entierros muiscas, como el ajuar funerario, la cercanía de la quebrada, el estilo de las tumbas y la ubicación de estas en las pendientes o laderas de los cerros.
“…una gran raza de caníbales…” Esta afirmación podría decirse que fue consecuencia de una emocionada interpretación entre el inusual descubrimiento para aquella época.
Los análisis sobre el hallazgo de Altamira, realizados por el mismo Bolinder y posteriormente por científicos colombianos entre ellos Correal Urrego, (1978) descartan la referencia de Ortega Ricaurte de “raza de caníbales” ya que las evidencias y sus características corresponden a un cementerio muisca.
El estudio de Correal sobre Altamira, menciona:
“…La forma de las tumbas no seguía un patrón fijo; unas eran rectangulares como algunas reseñadas para la sabana de Bogotá (Broadbent; 1962-1965)… en las investigaciones de Bolinder, en Tocancipá, Gachancipá, Guatavita y Subachoque pero especialmente en Sopó donde se excavaron 42 tumbas, aparece también la fosa rectangular recubierta con lajas (Correal, Op. Cit).
Para contextualizar un concepto cercano a posible canibalismo, se cita el estudio de Aguazuque en Soacha realizado por Gonzalo Correal, en el que puede observarse que las características reconocidas para Aguazuque defieren notablemente de las de Altamira Sopó.
“nivel estratigráfico denominado unidad 4.1, evidencias arqueológicas catalogadas como: “un complejo funerario no definido anteriormente en Colombia, …los paquetes de huesos humanos calcinados y cráneos aislados sugieren la práctica del canibalismo…”
Bolinder en 1936 presenta un informe, donde reconoce que su hallazgo en Altamira- Sopó, pertenece a la Raza Muisca del Valle según un artículo de su autoría, publicado en la revista europea Ethnos, del que en páginas posteriores puede leerse la transcripción.
Sobre las características de las piezas arqueológicas encontradas dentro de las tumbas, podría inferirse que tenían establecidas categorías y estilos para la fabricación de cerámica ceremonial, que luego utilizaban de acuerdo a la posición social del fallecido.
La Revista PAN en Junio de 1935, publicó el análisis de Ramón Carlos Goez, arqueólogo colaborador de Bolinder en las excavaciones de Altamira:
“…una gran cantidad de ollas, chorotes, husos, copas, jarrones y fragmentos de objetos caprichosos fueron recogidos por la comisión en las excavaciones Realizadas… en algunas de las tumbas se hallaron a más del chorote copas de un acabado perfecto en cuanto a la calidad del barro forma y clase de ornamentación. Una de dichas copas tenía en la parte que constituye la base, tres piedrecitas en el interior que al agitarla producía una especie de tintineo como de cascabel.
…de admirarse especialmente el elegante estilo de la finura del color… hasta la fecha no se ha podido decir nada sobre la manera como los indios podían preparar dichos colores (rojo y negro)… de las excavaciones realizadas en Sopó, un hermoso y elegante vaso antropomorfo al cual se le había dado el carácter de urna votiva al enterrarlo. Lleva sobre el vientre una portezuela en la cual se grabaron complicados dibujos, portezuela que debió estar sujeta al cuerpo, como lo indica la fotografía, pero que se halló desprendida seguramente, por la total desaparición de las cuerdas que la sujetaban. En el interior llevaba en oro una pequeña imagen de la diosa Bachue.
…la número 14 tenía cinco esqueletos bastante completos y para cada uno su correspondiente chorote. La marcada con el número 41 presento tres cadáveres, colocados en forma de estrella.
No son menos interesantes los cráneos hallados en las excavaciones de Sopó. De entre ellos se destaca el que pudiéramos llamar ‘cráneo gigante de Sopó’”
La afirmación anterior, podría asociarse a los guerreros “quechuas” quienes eran hombres de fuerte contextura, pero aquí debe tenerse en cuenta que el artículo de Ramón Carlos Goez expone el hallazgo de un solo cráneo de proporciones gigantes, mientras que Ortega Ricaurte generaliza el tamaño de los cráneos y de la contextura: “…posiblemente una de las más fuertes, vigorosas y civilizadas de aquellas comarcas”.
El Profesor Rodríguez en sus estudios osteométricos en restos óseos de la población muisca señala:
“Algunos individuos sobresalen por su elevada estatura, lo que puso significar algún estatus. Seguramente su elevada estatura con relación al promedio, indició en sus estatus social pues los quechuas, guardias fronterizos, eran seleccionados entre los más altos adquirían un significativo estatus”
El cráneo braquicéfalo y el gran tamaño del mismo, citados por Ortega R., son también características muiscas, como lo confirman estudios del científico José Vicente Rodríguez, profesor de la UN, en sus investigaciones de Craneometría de los chibchas:
“…los grupos chibchas de los Andes Orientales manifiestan un marcado proceso de braquicefalización, redondeamiento de la cabeza, acompañado de un ensanchamiento de la frente… Es probable entonces que los cambios dietéticos generados por el desarrollo agrícola y de procesamiento de los alimentos hubiesen propiciado la selección de las mutaciones causantes de la gracilización del aparato masticatorio y, por ende, de la braquiceafalización (Hanihara, 1994; Lahr, 1995).
En conclusión sobre el Cementerio excavado por Bolinder en Altamira Sopó pertenece a la raza muisca y el registro de los restos óseos pertenecientes a un Guerrero también muisca.
Alvaro Botiva Contreras, en un terreno ubicado entre los municipios de Sopó, Guasca y Guatavita localizó algunas tumbas muiscas:
“…identificó varios depósitos arqueológicos al parecer de carácter ceremonial, localizados en la cima de los cerros y en cercanías a las fuentes de aguas termales, lagunas y ríos.” (Botiva 1976).
“Las investigaciones de Álvaro Botiva, se concentraron por una parte en las formas de enterramiento, tratando de establecer la relación entre el sitio, la estructura funeraria y el contenido. En cuanto a las formas de las tumbas, registró diferentes tipos, principalmente rectangulares con un alto contenido de materia orgánica (tierra negra), poco profundas (un metro aproximadamente) y cubiertas con lajas de piedra; tumbas de pozo con cámara lateral, algunas con varias cámaras selladas con una laja de piedra y mas profundas que las anteriores (1.80 mts promedio)”
“Otro tipo de estructura funeraria, consistió en una bóveda rectangular y lateral a la pendiente de una pequeña colina; la entrada se cubría con pequeñas lajas continuas. Referente al material óseo, no fue posible su recuperación pues debido a la acidez del suelo, se hallaba prácticamente desintegrado.”
“Castellanos también afirma que los sepulcros se disponían: Unas (veces en) bosques y espesuras, otras veces sierras altas y otras veces en partes do con agua, derivada de ríos o de lagos.” (Castellanos 1955; IV: 167-168).
De acuerdo a las exposiciones anteriores se tendría que la localización de tumbas en las laderas y sitios altos de montañas, y la proximidad de estos a quebradas y/o ríos, son características predominantes en los cementerios muiscas.
Tomado del libro “Sopó, historia, mitos y muiscas” de Ruth Marlene Bohórquez.
FUNDACIÓN
Después de la fundación de Santa Fe de Bogotá, se procedió al primer reparto de tierras: correspondió al Conquistador Juan Alonso la encomienda de Sopó, Cueca y Meusa. En el siglo XVI se reconocieron las tierras pertenecientes a los indígenas, se midieron sus estancias y se limitaron propiedades.
El actual pueblo de Sopó fue fundado por Fray Francisco Chacón el 25 de Mayo de 1653, por traslado a este sitio de los indios que vivían en el anterior, procedentes de los poblamientos aborígenes de Sopó, Cueca y Meusa.
En la vereda de Pueblo Viejo, situada hacia el occidente de la actual población, establecieron las autoridades españolas un resguardo de indígenas, conocido desde entonces como Sopó, donde hubo una pequeña iglesia o capilla a cargo de los dominicos, quienes desde 1612 doctrinaban allí. El nuevo pueblo de Sopó, se fundó entre 1600 y 1639, fue formado por los indios de Meusa, Cueca y Sopó. Existían entonces dos pueblos viejos, como no se amañaron en el primero, se formó pleito entre unos y otros, asunto en el que intervino el comisionado Juan de Padilla, a pesar de haberse dispuesto, en principio, que se poblaran en Meusa. El primer pueblo viejo tuvo asiento por los lados de la actual hacienda Casablanca, sitio que hoy se conoce como Briceño, sobre el camino a Tunja. De allí se mudó al punto denominado Cueca, conservando el nombre de Sopó.
INVASORES
A la llegada de los españoles, Cueca permanecía en su territorio tradicional; y lo estuvo hasta 1653. Los sopoes, como se explica mas adelante, y a partir 1540, fueron, al parecer, un pueblo de desplazados que anduvo por el valle del Teusacá durante la segunda mitad del siglo XVI y la primera mitad del siglo XVII. Es de anotar que en 1553. ya existía la intención oficial de reducir a los indios Meusas y Sopóes, a un lugar donde se pudieran mantener unidos y controlados: a Cueca.
Al finalizar el siglo XVI, la principal autoridad de la Nueva Granada, el Presidente Antonio González, quién interpretaba el pensamiento político del Rey, en la ordenanza de Corregidores de 1593, de la que transcribo un aparte con su misma ortografía, dice:
“Y porque de la inclinación de los naturales se entiende que por bien y mansedumbre no hazen cossa buena y es necesario que un poco de rrigor y algunas veces mas para las hazer venir a la virtud hordeno y mando que cuando esto fuere necesario que el sacerdote avisse en secreto al corregidor el qual conforme a culpa negligencia o delito al tal yndio le castigue sin que se entienda que los sacerdotes an sido causa del tal castigo porque de aquí vendra a conseguirse lo que se desea que es que tengan amor a los sacerdotes y miedo al corregidor a los cuales encargo los caciques y capitanes que an de ser tratados con diferencia que los demás indios y mas a los cristianos que tambien les an de onrrar y tratarlos con mas benignidad que a los demas infieles porque estos vengan a conocimiento de nuestra sancta fee viendo a los cristianos mas honrrados y auentaxados en todo lo qual a los unos y a los otros encargo mucho procedan con prudencia para cossas semejantes de bien necesario”
Esta ordenanza, seguramente, fue una de las causas de la desaparición de Cueca . Entre los sacerdotes y los corregidores, todos ellos agentes y empleados del Rey, pudieron existir, incluso, violaciones del secreto de la confesión, para beneficio particular o del Estado. Para los dos pueblos hubo un sacerdote que fue el centro de todo este problema. Si él fue quién realizo, injustamente, el hecho que se referirá mas adelante, razón tendría el Santo Padre Juan Pablo II, al pedir perdón por los errores cometidos en la cristianización de América.
Parte del artículo escrito por Guillermo Sánchez. Cueca, una importante población de la sabana.
EL PUENTE DE SOPÓ
A solicitud del cabildo de Santafé el procurador Antonio Ortiz de Morales hizo el primer estudio sobre la necesidad de construir un puente de piedra sobre el Río Teusacá o Sopó, en el camino a Tunja, para reemplazar el de dos palos existente, muy peligroso para los viajeros. Decía Ortiz: Hay un río muy caudaloso en el cual por no tener puente, sino sólo dos palos, por donde se pasa, se han ahogado muchísimas personas y materiales.
EL 17 de Enero de 1695 el Presidente de la Real Audiencia Don Gil de Cabrera y Dávalos dispuso mandar dos alarifes (arquitectos) para proyectar la obra y avaluarla. El 5 de febrero reunidos en dicho sitio el alcalde Agustín y Munar y el capitán Diego de Salavarrieta, alguacil de Santafé, con los alarides Isidro de Cañas y Diego de Aguilar y el maestro de albañilería Julián Ocampo, levantaron acta del proyecto de puente, de las siguientes especificaciones: Estribos de calicanto con ladrillo y cortinas a los lados, de ocho varas de largo cada uno y una de grueso, arco de siete y media varas, la una vara se conmuta en los dos pretiles y las cuatro en el suelo del dicho puente, tres alcantarillas pequeñas de piedra, un camellón de 60 varas de largo del mismo ancho del puente, terraplenado y empedrado, unido con dicho puente y alcantarillas, y al otro lado de dicho puente se necesita de otro terraplén de tres varas de largo y de ancho. Avalúo 1.400 pesos.
Para costear su obra se hizo el patrón de haciendas y vecinos de Zipaquirá y Ubaté, por resultar dicho reparo en ser útil y beneficio de la seguridad de sus haciendas. Atendiendo la solicitud del procurador general Antonio Durán de Castro, el Presidente Cabrera y Dávalos el 24 de Mayo de 1696 ordenó hacerlo, y aprobado por la audiencia el 18 de febrero de 1698, dos días después se sacó a pregón por voz del pregonero indio Feliciano Cenicero. Y como no se presentaron postores, el procurador pidió que se llamaran a los alarifes y obligaran a hacerse cargo de la obra.
Al fin se ofreció Francisco de la Cruz, cuya oferta se anunció el 7 de Mayo, y admitida por el cabildo, en este año de 1698 se inició. El puente aún existe. Sobre él pasaba la antigua carretera a Tunja, pero ya no se ven los camellones.
HACIENDA HATO GRANDE
La Hacienda de Hato Grande era en Agosto de 1819 de propiedad del cura Pedro Bujanda, párroco de Cajicá, quien la había adquirido de Estanislao Gutiérrez, por escritura de 28 de Enero de 1809 de la Notaría 1ª. de Santafé. Dice Camilo Pedro Umaña en Hacienda de la Sabana que anteriormente fue de Don Luis Caicedo y Flórez, y que a finales del siglo XVIII perteneció a Francisco Sanz de Santamaría, sus antecesores fueron dueños de grandes latifundos en Puente del Común y Valle de Sopó, adquiridos de Juan Muñoz de Collantes, y perteneció a otros dueños hasta llegar a Sanz de Santamaría.
Furibundo realista, el cura Bujanda al saber la derrota española de Boyacá huyó del país, y habiéndola dejado el libertador Simón Bolívar por decreto de 12 de Septiembre de 1819, como propiedad del estado o bien nostrenco, la adjudicó al General Francisco de Paula Santander en reconocimiento a sus brillantes servicios en la guerra de independencia y en pago de 20.000 que aportó a la campaña.
EL 22 de Diciembre de 1819 D. Tomás Barriga y Brito, jefe político y militar del Cantón de Zipaquirá, dio en arrendamiento la hacienda Hatogrande a D.Ambrosio Almeida.Muerto Santander el 6 de Mayo de 1840, sus herederos la sacaron a remate el 13 de Junio de 1857, y en tal diligencia la adquirió Gregorio Rodríguez Martínez, quien por escritura 1410 de 11 de Diciembre de 1858 de la misma notaría, la vendió a Antonio María y José Asunción Silva Fortcul, quienes edificaron la actual casa de la hacienda, pues la antigua estaba situada al otro lado de la carretera, al pie de los cerros, dice Pardo Umaña. En el juicio de sucesión de don Antonio María, protocolizado por escritura 1407 del 5 de Diciembre de 1887 de la notaría 2da. de Bogotá, se adjudicó a Diego Suárez Fortcul, en la sucesión de éste, protocolizada en la misma notaría por escritura 1412 de 28 de Septiembre de 1895, su parte se adjudicó a doña Paulina Suárez de Restrepo, quien la vendió a José María Sierra por escritura 194 del 31 de Enero de 1913 de la misma notaría. En la sucesión de éste, protocolizada en la notaría 3ª. de Bogotá por escritura 315 de 30 de Marzo de 1931, la heredó doña Mercedes Sierra de Pérez, quien la donó al Municipio de Sopó, y éste a su vez donó una parte, incluida la casa, a la Nación para residencia campestre del Presidente de la República.
Excelente articulo
Gracias, nos fue muy util.
Espectacular su escrito,donde se puede conseguir mas sobre la historia de sopa y meusa?? gracias
Lastima que no exista un estudio mas profundo y detallado de la contribucion de Sopo al desarrollo social y economico en los diferentes aspectos que comprenden desde el poder politico, social y distribicion de las tierras y el desarrollo, segun la segregacion de clases, a traves de la historia del pais desde la Colonia hasta la republica..por el contrario masacran cada vez mas la historia, frente a la apologia de la demolicion de la hacienda la Trinidad; en el pueblo de Sopo desconociendo por ignorancia, arremetiendo en contra de su propia historia borrando el legado de los pasos de los padres de la Patria.