El municipio de Sopó le debe a este antropólogo sueco un reconocimiento desde el año 1935 cuando Gustaf Bolinder realizó la excavación y el estudio del primer hallazgo arqueológico localizado en este territorio en las inmediaciones de la Hacienda Altamira. Pero ¿quién era y que pasó con este antropólogo?
En el mes de febrero del año 1914 Gustaf Bolinder en compañía de su esposa arribó a la ciudad de Santa Marta después de una larga travesía en barco. El propósito que lo traía a nuestro país era el cumplimiento de un convenio con el Museo de Góttemburg para llevar material arqueológico y etnográfico del litoral caribe colombiano que por aquella época, parece ser, era considerado de alguna importancia por los museos europeos, pues otros arqueólogos de renombre y con objetivos similares como el alemán Konrad Theodor Preuss se encontraban en nuestro país – probablemente por la facilidad con que podían llevarse las evidencias arqueológicas para dichas instituciones.
La estadía de Bolinder se alargó mucho más de lo previsto en razón al estallido de la primera Guerra Mundial por lo que decide entre tanto “vivir entre los indios como indios” pues Santa Marta no le había gustado ya que consideró “que la mezcla de pueblos distintos estaba produciendo una degeneración racial”, se instaló en la población llamada Ika de Pauruba hoy conocida como Nabusimake hasta 1916 cuando pudieron regresar a su país.
Los resultados de sus investigaciones debieron ser muy fructíferos pues a pesar de la prevención que sentía por la mezcla racial de los colombianos, regresó a nuestro país a finales de 1920 con nuevos proyectos de investigación sobre los indígenas de la Guajira, la Sierra Nevada y sus alrededores que fue desarrollando paulatinamente en el transcurrir de los años venideros, intercalando viajes de regreso a Europa con información y regresando a continuar.
En 1935 se vincula al Ministerio de Educación Nacional como profesor de Etnografía y Antropología presentándose en el mismo año la coyuntura con el Municipio de Sopó para las excavaciones de Altamira sobre las cuales escribió un artículo en la revista Ethnos en el año de 1936 cuando regresó a su país. Como profesor de la Universidad Nacional realizó excavaciones arqueológicas en otros municipios como Gachancipá y Subachoque, entre otros.