El embarazado adolescente sigue estando en la mira de los discursos de moralidad y buen comportamiento en las instituciones educativas debido a la preocupación que genera que los jóvenes no tengan una sexualidad responsable. Según cifras de la Encuesta Nacional de Demografía y Salud de Profamilia, el embarazo adolescente bajó un punto porcentual, pasó del 20% al 19% desde el 2005. Esto es importante ya que la tendencia en los últimos 15 años era creciente. Sin embargo este punto porcentual no representa drásticos cambios en la educación sexual de los jóvenes ya que según los datos arrojados por la Encuesta en 2010 una de cada cinco adolescentes entre 15 y 19 años han estado alguna vez embarazadas. De estas el 16% ya son madres y el 4% están esperando su primer hijo.
Estos datos no son de sorprender cuando a simple vista vemos como en el caso de Sopó muchas jóvenes se convierten en madres a temprana edad. Una de las explicaciones más comunes a esta tendencia de embarazo adolescente es la falta de información, cosa que en plena era de la Internet es cuestionable pues este acceso es fácil y rápido en la mayoría de los casos. Basados en el informe, tres de cada cinco mujeres considera que les ha faltado mayor educación sexual y cuatro de cada cinco mujeres menores de 25 años, afirman haber participado en talleres informativos, en colegios y universidades. Por ello sería cuestionable que la falta de información sea la principal causa de los embarazos a temprana edad o no deseados.
Para mí la causa principal, es la ausencia del proyecto de vida, que en la mayoría de los casos no existe o está formulado como una tarea más de la materia de ética en el colegio. Para muchos padres y profesores lo ideal en ese proyecto es terminar la vida académica y luego sí construir una familia. Cosa que es difícil de trasladar a la realidad, cuando para muchos jóvenes de nuestro municipio la vida académica termina en 11 de bachillerato y las opciones de seguir proyectando esa vida son escasas.
Es muy fácil criticar a esas jóvenes que aún con sus uniformes empujan coches y cargan a sus bebés, pero el sol no se puede tapar con un dedo y los moralismos que hacen estigmatizar a estas adolescentes no pueden quitarles la responsabilidad a los educadores de guiar y apoyar proyectos de vida. Me refiero a educadores no solo como la figura de “profesor” sino a los educadores papás, a los educadores que deberían existir en las entidades de poder como la alcaldía. Estos educadores están en la obligación de generar programas para que la juventud no se quede quieta luego de adquirir su grado de bachiller o cuando ya tienen un hijo por el cual responder.
Estereotipar a las madres jóvenes con frases como “mucha boba” o “se tiró su futuro” puede ser una muestra más de ignorancia cuando desconocemos que detrás de esta tendencia hay problemas que tienen que ver hasta con el reconocimiento del ser mujer, pues para muchas niñas la única manera de salir del ámbito de su hogar es siendo mamás.
Es momento de cuestionarnos acerca de los proyectos y programas que se les están brindando a los jóvenes de Sopó en el conocimiento de los métodos de anticoncepción o en la formulación de un proyecto de vida realizable y esto tiene que empezar desde el principio de la adolescencia, pues el 13% de las mujeres menores de 15 años han tenido relaciones sexuales.
El sexo ya no es un tabú, hace parte de la vida natural de cualquier ser humano, hablar de él y orientar una sexualidad responsable, adjunta a un proyecto de vida, quitaría la penosa tarea de tener que ver a un bebé como un problema.