La educación en Sopó en el estándar de los "complejos"

CEIS

En el año 2002 funcionarios de la administración, presentaron ante el Concejo Municipal la propuesta de construcción de un nuevo colegio en Sopó, no incluida desde un principio en el plan de gobierno del alcalde de la época. El resultado fue el colegio CEIS, su origen, desarrollo y futuro tienen varias versiones; dentro de la comunidad soposeña se han generado opiniones a favor y en contra.

El arquitecto Paulo Javier Lara y el licenciado Orlando Rodríguez siendo funcionarios en la administración del ex alcalde Luis Enrique Acosta, presentaron el proyecto de la creación de una nueva institución educativa, en los predios de lo que antes era conocido como CERYCEM; el resultado fue el Complejo Educativo Integral Sopó CEIS concesionado después a la caja de compensación familiar Colsubsidio.

El colegio surge bajo la consigna del mejoramiento de la calidad y como parte del plan educativo denominado “colegios completos” comentó Paulo Javier, actual Secretario para la gestión integral. Explicó, además, que previo a todo esto se realizó un análisis estadístico sobre la situación de las instituciones educativas en el municipio, que arrojó cifras altas de deserción, reprobación, y repitencia. En infraestructura educativa, aplicando las normas Icontec, el municipio no superaba los estándares básicos.

Relacionado con los indicadores de calidad y según resultados de dicho estudio, consignados en el Libro de actas del Concejo municipal, en el 2002 Sopó contaba con una población académica de 3.400 estudiantes en el sector oficial y 1.224 en el privado. Mencionan, allí, que los estudiantes se encontraban en situación de hacinamiento, y que el municipio tenía un déficit real en cuanto a cobertura en secundaria. Lo anterior junto a “la gran utilización de la capacidad en la estructura, sobre todo en el casco urbano, llevó a la comunidad soposeña a pensar en diseñar y construir una nueva institución educativa” según palabras del Licenciando Rodríguez, registradas en dicho documento.

El costo aproximado del proyecto con dotaciones era de $4.500 millones. La Comisión municipal de presupuesto tuvo entonces tres posibilidades de endeudamiento, por 1.000, 1.500 y 2.000 millones de pesos, finalmente aprobaron el empréstito por $1.500 millones de pesos para la construcción del colegio, en esa época no se habló de la posible concesión. Hasta el momento el municipio ha invertido la suma de $2.954 millones y la Gobernación alrededor de $1.300 millones.

 

Versión no oficial
El Hablador conversó con varios docentes del sector oficial del municipio y la mayoría concuerda con la versión sobre el origen del CEIS. “Lo que siempre nos dijeron fue que todo este proceso inició cuando en el Pablo VI se presentaron fallas de infraestructura por la presencia de unos pozos, situación que ponía en riesgo a la población educativa; la administración y el concejo municipal, manifestaron entonces su preocupación, y a raíz de esto surge la necesidad de construir un nuevo colegio con el objetivo de trasladar a los estudiantes del Pablo VI a la nueva infraestructura” comentó un profesor*

Aunque en dicha época el Pablo VI suspendió sus clases por un tiempo, el traslado nunca se llevó a cabo; los estudiantes continuaron en la institución y la alerta de riesgo no se volvió a mencionar. En la actualidad el Colegio Pablo VI cuenta con un total de 1.900 estudiantes en sus diferentes sedes. Este año se vieron obligados a abrir un grado primero para el ingreso de los niños de preescolar, comentó el actual rector, el licenciado Humberto Ballén. “Se está subiendo todo el informe de estudiantes nuevos, trasladados y antiguos al Sistema Integral de Gestión Escolar, SIGES; una vez cerradas las matrículas, seguimos recibiendo muchas solicitudes y el colegio ya no cuenta con espacio; algunos salones están en estado lamentable e implementar una jornada adicional sería una locura” comentó. La situación no es nueva, la mayoría de sedes oficiales requieren de inversión en materiales y espacios académicos (laboratorios, salas de computo con internet, libros, pupitres…)

 

¿Y qué pasó con la Policarpa?
A comienzos del 2004, días previos a la inauguración del nuevo complejo educativo, la Concentración Policarpa Salvarrieta que prestaba a la comunidad sus servicios en educación básica primaria desde el año de 1930, aproximadamente, corrió la misma suerte de la heroína que le dio su nombre, de manera injusta y dictatorial, desapareció.

Por esa época la escuela pertenecía como sede al Colegio Pablo VI. Más de 600 niños que allí estudiaban pasaron a ser parte de la población estudiantil del colegio CEIS, es decir que la Policarpa favoreció al nuevo complejo con más del 50% de los cupos. Los cuatro grupos de quinto de primaria de las dos jornadas, fueron suficientes para dar inicio al grado 6to de bachillerato.

La planta docente de dicha institución fue desplazada de su lugar de trabajo y nunca fue comunicada sobre los planes de la administración municipal. La profesora Carmen Robayo, actual coordinadora de la escuela Marco Fidel Suárez, hizo parte del grupo de los 26 profesores que de la noche a la mañana se quedaron sin escuela y durante varias semanas sin trabajo. “A finales del 2003 en la escuela dejamos listas las matrículas, cuando volvimos a iniciar las clases, la institución estaba cerrada; nos dijeron que no podíamos entrar porque ya no pertenecíamos a la planta de personal de la escuela” comentó la docente. Después de varias semanas de cartas, reclamos, y antesalas en la alcaldía municipal, los profesores fueron reubicados; las ocho docentes que vivían en el municipio fueron enviadas al colegio La Violeta. Con el tiempo, otras fueron empleadas dentro del sector urbano, con el objetivo de no perder las plazas.

Sin embargo en la actualidad, la Policarpa Salvarrieta existe en los registros de la Secretaría de Educación de Cundinamarca. El profesor Ballén explicó que a finales del mes de octubre el Ministerio de Educación Nacional, MEN, a través de la Secretaría departamental, solicitó un informe sobre la situación real de esta escuela; porqué si la institución fue cerrada, aún aparece registrada como una sede del colegio Pablo VI; la situación es preocupante, pues el MEN continuaba transfiriendo recursos a unos docentes aparentemente desaparecidos.

“Hubo necesidad de explicarles a través de un informe, que por una decisión política, borraron de un plumazo la existencia de la Policarpa; esta al desaparecer debió haberse acompañado de un acto administrativo por parte del municipio de Sopó, explicando lo que pasó y por consiguiente anunciar que la nómina de docentes pasaría al colegio Pablo VI”.

Es decir que Sopó estuvo sujeto a que el Ministerio no le volviera a girar recursos hasta que no se hicieran las aclaraciones pertinentes (a principios de febrero de este año, aún no se tenía una respuesta sobre el caso) “Espero que con el informe que redacté, quede por sentado que la Policarpa Salavarrieta no existe como sede del Pablo VI, ni como institución”, acotó Ballén.

 

La concesión, contrapeso entre lo privado y lo público
Desde un principio siempre se pensó en una concesión dijo el licenciado Orlando. Este tipo de convenios solo pueden hacerlo entidades que cumplan con los requisitos y que tengan buenos resultados en educación superior, en este caso Colsubsidio.

Como estrategia de efectividad se necesitaba contar con todos los beneficios del sistema público, junto a una administración privada explicó el arquitecto Lara. “El objetivo de la concesión era el aumento del nivel de la calidad educativa, asociado a una excelente infraestructura con los mejores estándares. El contrapeso entre lo público y lo privado resulta interesante al igual que la competencia sana entre la entidad en concesión y los demás colegios”. Explicó además, que “se adoptó el modelo basado en los indicadores del distrito y prueba de que la concesión ha funcionado es que el colegio llegó a nivel superior en su primera promoción”. Aquí cabe aclarar, que dicha promoción no fue propiamente del CEIS, porque la mayoría de estudiantes, ya venían con una educación adoptada en sus instituciones de origen.

Una vez firmada la concesión, Colsubsidio responde por la contratación y nómina de los docentes y la Gobernación de Cundinamarca le aporta $890.000 anuales por cada estudiante. En la actualidad el complejo educativo cuenta con 1.073 estudiantes matriculados y alrededor de 120 solicitudes pendientes, según datos de la Secretaría municipal de educación.

En días pasados el CEIS firmó nuevamente la concesión con Colsubsidio por un año. Es sabido que desde un principio este sistema ha presentado innumerables inconvenientes, entre ellos, que los estudiantes no cuenten con una planta de docentes estable, pues los contratos firmados desde el funcionamiento de la institución han sido por 6 meses o un año, lo que implica el cambio repentino de profesores. Lo mismo pasa con el inicio de clases; cada año la incertidumbre se apodera de padres y alumnos y las clases nunca comienzan a tiempo. Ante esto Lara dijo “no hubo la voluntad para hacer las vigencias futuras, que consisten en firmar la concesión por 10 años”. Pero ante esto el Ministerio de Hacienda sacó una norma en el 2003 que prohibe a alcaldes, gobernadores y ministros hacer convenios por un tiempo más largo a su periódo de gobierno. Se podría decir entonces, que aunque ya se firmó y los estudiantes ya comenzaron clases, no es garantía absoluta que la institución continúe con la misma caja de compensación a comienzos del 2008, la incertidumbre continúa, al igual que el repetido cambio de profesores.

 

Un nuevo modelo educativo
Marieta Álvarez rectora de la institución comentó que el objetivo del CEIS es potenciar en los estudiantes la autonomía y la necesidad de proyectarse en la comunidad como líderes positivos y emprendedores; es por eso que se trabajan las competencias ciudadanas, laborales, buscando formar líderes, proactivos, practicantes de valores, con un trabajo de convivencia donde se potencia la reflexión en los estudiantes. Es por eso que allí se dictan asignaturas como ética y valores, proyecto de vida, una hora de lectura, además de las clases de español y el estudio dirigido que consiste en aprender a aprender. El sistema de evaluación es cualitativo. En el CEIS las faltas y los problemas se solucionan con cartas de compromiso, con acciones reparatorias, diálogo, reflexión y semilleros de convivencia, comentó la rectora. Quien concluyó que ésta es una educación cuyos logros se verán a largo plazo y que los verdaderos resultados de estudiantes educados bajo este modelo se verán mucho más adelante, con aquellos que iniciaron el proceso desde los primeros grados. Añadió además, que una gran parte de los estudiantes de la institución se enfrentan a problemáticas sociales y familiares bastan-te fuertes y es por eso que allí se ven jóvenes con poca motivación para el estudio, que no tienen sentido de pertenencia con la institu-ción y que lo único que quieren, es trabajar para mejorar la problemática en sus hogares; este es otro de los puntos que también debería ser analizado en los estudios previos, la situación social de la población a beneficiar.

 

Una realidad por transformar
Aunque la educación por proyectos basada en los valores es un excelente modelo educativo, la realidad en el colegio CEIS desde un principio ha sido otra. El Hablador recogió el testimonio de algunos docentes que allí trabajaron y las anécdotas narradas son preocupantes. Uno de ellos quien había firmado contrato por 6 meses, solo duró 3 en la institución y la caótica situación como él la define, lo obligó a presentar su renuncia.

“Desde un principio todo fue un desorden, firmé contrato en marzo y en abril aún estaba recibiendo estudiantes; allí los alumnos manifestaban a sus docentes que estaban acostumbrados a hacer “lo que se les daba la gana“ no había respeto; conocí casos de estudiantes que le robaban el sueldo a sus profesores, las notas; que insultaban a sus padres en las reuniones; que se escapaban de la institución. En cursos conformados por 38 o 40 estudiantes, solo 3 o 4 asistían a la clase. No se exigían libros, se fomentaba la consulta en Internet cuando ni siquiera la institución contaba con el servicio. En la clase de sistemas solo había una sala adecuada con 20 equipos para todo el alumnado, es decir que los educandos acudían al laboratorio solo cada 20 días”* Esto es solo un testimonio de la larga lista de inconvenientes que en la institución se han presentado.

Aunque el 95% de estudiantes son de Sopó (y esto debería ser garantizado por el municipio para todos los soposeños, en especial para los de más bajos recursos) al CEIS asisten jóvenes de Bogotá, Gachancipá, Chía y Zipaquirá. No hay un proceso de selección en la admisión. “Algo que no me gusta del colegio es que aquí reciben compañeros de todos lados, estudiantes agresivos e irrespetuosos que les gusta generar problemas y solo vienen a eso” comentó una estudiante de la institución.

Se han presentado casos de alumnos con buen rendimiento académico que no toleran el ambiente y tienen que salir del colegio, lo que muchas veces genera gastos a los padres de familia. Muchos alumnos del CEIS cuentan ya con una desprestigiada popularidad que ha llevado a otras instituciones del municipio ha tomar medidas de prevención en el momento de volver a recibirlos. Es como si el Complejo Educativo Integral de Sopó CEIS, hubiese sido construido para premiar a todos aquellos alumnos que no quieren ser aceptados en otros colegios por su actitud, sus faltas disciplinarias y bajo rendimiento.

Es una realidad presente en la institución y que opaca un poco la buena propuesta del nuevo modelo. Sin embargo es allí donde se evidencia que la educación no es solo recibir academia, es también formar, y si el modelo a seguir es el de competencias, pues “son estas unas pruebas que resaltan la concepción del aprendizaje humano, como un proceso de construcción individual en donde los estudiantes junto con sus padres y profesores, continuamente se encuentran desarrollando y construyendo nuevas y mejores formas de saber  y saber hacer”

En días pasados se llevó a cabo la inauguración de la Institución Educativa Técnica la Violeta, en donde también han llegado a matricularse estudiantes con altos índices de complejidad; y en donde la tasa estudiantil cada vez es menor. Es posible que otros jóvenes, y no precisamente del municipio se beneficien de las nuevas instalaciones, porque el gran espacio tiene que ser ocupado. Muchos docentes opinan que “en vez de invertir en la construcción de más colegios, se debería invertir en suplir las necesidades de las ya existentes” que por cierto, son bastantes.

Según datos de la secretaría municipal, la población estudiantil en Sopó asciende a 6.000 estudiantes y el número aproximado de profesores es de 200.

Transformando realidades, construyendo y construyendo, pareciera ser, en ocasiones, el concepto que se tiene en Sopó de la educación; olvidando que la calidad educativa no solo la garantiza una magna infraestructura basada en las exigencias de los mejores estándares. Las concepciones de quienes visualizan y proyectan la creación de los colegios, rivalizan luego con el alcance de un proceso óptimo de desarrollo dentro de las mismas instituciones, y no compaginan con los verdaderos objetivos de una acción educativa; mucho menos con las necesidades sociales de padres, niños y jóvenes de nuestro municipio que tienen derecho a una educación libre de tantos complejos.

 

Sobre El Hablador

Periódico del municipio de Sopó creado el 30 de abril de 1999 con el ánimo de impulsar una cultura en comunicación y periodismo local. Actualmente genera noticias para municipios de Sopó, Cajicá, Chía, Tabio, La Calera, Tenjo, Zipaquirá, Tocancipá, Gachancipá y Guasca con más de 40 mil visitas mensuales.

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