Los ancestros de Sopó 2

En la entrega anterior hablamos de los vestigios humanos que hasta ahora registran mayor antiguedad en el municipio, cuya secuencia cultural se desarrollo dentro de la Etapa Formativa denominada Período Herrera y su datación aproximada de 3000 años a.p., que los sitúa como los primeros pobladores de las tierras soposeñas.

Ahora nos referiremos a los Muiscas del altiplano que empezaron a poblar las sabanas, mesetas y valles andinos aproximadamente desde el año 700, y quienes también dejaron huellas en Sopó donde se  localizaron evidencias  de su poblamiento temprano, en  el sitio “Altamira” de la  ancestral Queca-Cueca, que consistió en el hallazgo de un cementerio indígena del año 800 aproximadamente.

La excavación dirigida por Bolinder registró 42 tumbas, presentando  dos de ellas  entierro múltiple, una con 5 cuerpos y otra con 3, que  probablemente contenían los restos de los Sybyntibas y su familia; mientras que las otras presentaron restos de un solo cuerpo. Las practicas de inhumación  localizadas en algunas partes de la sabana  también han correspondido  cronologícamente  con el  Período Temprano Muisca.

Dentro de las características  observadas por Bolinder encontramos:  su cercanía a la quebrada, la profundidad  de las tumbas de aproximadamente 1.80 metros,   el ajuar funerario, vasijas ceremoniales  pintadas en colores rojo y negro, adornos como collares tallados finamente en piedra, copas y otros utensilios y por cada cuerpo  un chorote. Una de las copas llamó la atención del arqueólogo, pues al moverla emitía desde su base un sonido que fue descrito como tintineo o cascabeleo musical.
Otro hallazgo de suma importancia para la prehistoria de Sopó,  fueron dos Urnas Ofrendatarias de estilo antropomorfo, localizadas en un lugar más  cercano a la cima y no muy lejano del área del cementerio, que confirma que la montaña de Altamira era un sitio ceremonial y sagrado para los Muiscas de Queca-Cueca.

De las urnas de Queca según los registros de la excavación, sólo una contenía ofrenda, en tanto que la otra se encontró vacía. La urna que contenía la ofrenda, tenía una figura con un báculo en la mano. El báculo o bastón dentro de la simbología muisca significó respeto y jerarquía y ningún muisca diferente al Jefe o Cacique de una Aldea o parte podía utilizarlo; por tanto La Urna del báculo que contenía la ofrenda de acuerdo a las leyes muiscas, necesariamente correspondía a un pagamento del Sybintyba de Queca.  En cuanto a la segunda Urna, probablemente alguien se anticipo a “recolectar las ofrendas”, puesto que los rituales Muiscas eran sagrados y las urnas sólo se devolvían a la tierra cuando estaban rebosantes de ofrendas.

(En un número anterior del Hablador, se encuentra un artículo sobre la excavación de Gustaf Bolinder en 1935). En el siguiente artículo hablaremos sobre las evidencias muiscas en Meusa y de los curanderos y sus cirugías.

 

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