De monjas y enseñanzas peligrosas

monjas
Alumnas del grado 2do del colegio La Presentación de Zipaquirá año 1998

Releyendo la agenda de Mickey Mouse que tenía en el colegio, repasé una lista de acontecimientos que me hicieron pensar sobre lo inconforme que siempre estuve  con la educación religiosa y femenina del lugar donde estudié. En varios de esos escritos había toda una descarga emocional en contra de la autoridad, de las monjas y de las reglas, lo que me hizo recordar y recopilar los recuerdos que generaron en mí la repulsión a los manuales de convivencia, a las religiosas y a los modelos de mujer. Aquí algunos de estos.

El comienzo
Mis  papás escogieron para mi hermana y para mí el  colegio de la Presentación de Zipaquirá creyendo y con toda la buena intención del mundo que era el ambiente más adecuado para que creciéramos, desde transición estuve allí. Tendría 6 años cuando cursaba primero de primaria, recuerdo un salón que quedaba frente al parque de juegos y a dos puertas de la coordinación, era un salón grande, yo tenía un puesto que sólo tenía dos patas y para sostenerlo me tocaba recostarlo en un rincón, obviamente siempre se caía, lo que era motivo de burla constante. Un día en la  clase de música en donde mi participación era nula ya que no poseía el don de la motricidad para tocar algún instrumento como lo poseían el 98% de mis compañeras, una señora que si no estoy mal se llamaba Claudia y cargaba una guitara, se molestó con mis constantes interrupciones para hablar y me impuso un castigo, me quedé sin recreo, no pude ni comer, yo lo asumí sin protestar y me quedé sentada en mi cojo puesto toda una hora. ¿Qué quería lograr la profesora con una estrategia tan pedagógica?  ¿Acaso creía que el hambre o la falta de juego me iban a hacer creer que hablar estaba mal hecho? Creo que ocurrió todo lo contrario, quizá le sirvió para amedrentar a muchas del salón que sintieron compasión pero conmigo no funcionó, si quería enseñarme a no interrumpir o a hablar sólo cuando se me indicara con lo que  menos se debió meter fue con mi momento de diversión, no aprendí, de hecho creo que aún no he aprendido.

La Humildad
Y es que cómo no aprender de humildad en un colegio de monjas. …

Mi colegio quedaba a pocas cuadras de uno que se llamaba el Liceo Femenino, que en el imaginario absurdo nos hacían creer que era donde estaban las “ñeras” y nuestro colegio por reunir a mujeres con posibilidades era donde estaban  las niñas bien y como tal debíamos distinguirnos. En mis clases, cada vez que alguna decía una grosería o llevaba mal el uniforme los profesores regañaban con la siguiente frase “parece una niña del Liceo” o “parecen un curso de un colegio distrital”, cosas por el estilo, por supuesto, estos comentarios crearon una generación de “gomelitas” ilusas que se comieron el cuento y cada vez que se encontraban con las compañeras del Liceo se lanzaban ofensas que inconscientemente llevaban un sentir superior por el hecho de ser de un colegio privado, además de adjuntarle a eso la característica de buen comportamiento, Absurdo en un colegio de personas entregadas a la bondad divina enseñar esa separación social y presentar como ofensa ese tipo de afirmaciones: “los que rayan los baños son los niños de los colegios públicos, ustedes son mujercitas y las niñas no hacen eso”, claro, y los letreros de “fulanita es una perra” seguramente los escribía la que menos plata tenía y no la que menos culta era, claro.

Modelos de mujer
Sobrevivir en colegio femenino fue una tarea dura, durante muchas mañanas nos repetían que debíamos ser como María, modelo de mujer, en primaria nos enseñaban a tejer, de día de la mujer nos cantaban la canción de Arjona, nos hacían reflexiones sobre la familia, sobre el “cuando ustedes sean madres”, sobre lo delicadas y bien portadas que deberíamos ser.  Todo esto conformaba una serie de afirmaciones sobre el cómo deben ser las mujeres. Venían entonces las dudas normales de un curso lleno de 40 mujeres “¿Hermana,Jesús tuvo novia? ¿Hermana,usted se ha enamorado?” a lo que generalmente se le hacía una respuesta cerrada que abría más las dudas “eso es cuestión de fe o si niñas, yo me enamoré de Dios, como María”.

Llegaron entonces las charlas de sexualidad que empezaban a afanarse pues empezó la llamada ola de embarazos adolescentes y con ellos el juzgamiento social en el colegio que seguía los preceptos de María, modelo de mujer. Todo el mundo se escandalizaba porque alguna iba a ser mamá, luego de los largos discursos de “cuando ustedes sean madres” o “nadie juzgo a María por Jesús” etc.  no las dejaban volver a estudiar, ellas, tenían que ir casi a escondidas, disimulando sus barrigas a entregar trabajos, recuerdo que cuando era personera me tocó hablar de un caso que se presentaba en el colegio y una de las profesoras dijo “el problema es el mal ejemplo que esto le da a las niñas de primaria”. Lo que para mí representa mal ejemplo era la incapacidad de entender las situaciones particulares y la mojigatería para hablar de temas de prevención y demás. Si no estoy mal, una de las anécdotas de educación sexual que más marcó a mi salón fue una vez que entraron unas novicias a darnos una charla. En medio de sus reflexiones una de ellas dijo algo así como “cuando su novio o su amigo se les acerque con malas intenciones ustedes piensen en Dios y digan detente” recuerdo que hubo un momento de silencio y medio salón empezó a reír lo que sorprendió a las novicias y es que claro, mas de una allá ya disfrutaba de las malas intenciones.

Esa satanización del sexo obligaba al miedo de preguntar, de aclarar y sobre todo de explorar, unas se quedaron con la duda, otras no dijeron detente y el tema quedo ahí, lo del sexo se hablaba entre amigas, no más.  Allá nunca se habló de gays, se hablaba de aborto en las misas, etc.

Toda esa concepción mujer creo que la resumía una medalla que daban por “feminidad”  que por supuesto, se la llevaba la más bonita o la mejor presentada, sólo había un modelo de lo femenino.

El fin
Terminé saliendo, como se dice coloquialmente, por la puerta chiquita del colegio, con una estigmatización de rebeldía, palabra que no soporto, con innumerables anotaciones en las hojas que llamaban observador del alumno, sin ninguna aparición en el Cuadro de Honor,  con una casi demanda por parte de mi rectora, con grandes consejos como “usted nunca será buen ejemplo para nadie” y demás motivaciones para seguir construyendo un carácter alejado de algunas enseñanzas peligrosas que seguramente son el origen de personas intolerantes, prejuiciosas, comunes y corrientes.

Sobre Juanita Ramos Ardila

Soposeña. Con estudios de Periodismo y Opinión Publica de la Universidad del Rosario. Trabajó durante casi 5 años en los medios comunitarios del municipio, como Sopó Tv y El Hablador. Participó en el proyecto periodístico y social Código de Acceso de la Casa editorial El Tiempo. En 2010 dirigió el programa de opinión Charlemos, nominado a mejor programa comunitario juvenil a nivel nacional. Trabajó en la Alcaldía Sopó lo Construimos Todos en el área de juventud liderando el proyecto Colectivos de Comunicación. Perteneció como periodista a la Unidad Nacional de Protección entidad adscrita al Ministerio del Interior. Actualmente es redactora política en la agencia de noticias de Colombia, Colprensa y es integrante del grupo Espacio Teatral en donde se encarga del área de comunicaciones y del apoyo en la construcción de textos para teatro.

Un comentario

  1. estabamos hablando de eso ahorita y no podia recordar que hechos en particular me habian hecho detestar tanto el colegio de monjas en el cual estudie y por que sali como una rebelde de ahi. gracias a tu articulo se me refresco la memoria y he recuperado las lagunas mentales que el tiempo ha ido borrando. es que como entre ahi a los 5 años y el lavado de cerebro es desde temprana edad…

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